El que dormía.

Ha temblado el cielo. La línea del horizonte se ha desprendido, solo queda un horizonte sin línea, sin fronteras. 

La lluvia moja a todos los que andan bajo ella, a todos. Cada gota toca a cualquiera y une paraguas en la oscuridad del día. Las gotas se filtran y caen sin remedio en las botas de aquel que duerme. El que dormía despierta confuso y corre a cubrirse con sus sucias manos bajo un soportal, aunque para él era una guarida. El que dormía se despereza y mira con admiración el cielo. Vuelve a gritarle el cielo con intensidad un rugido que le hace temblar. Siente que sus huesos crujen y se sienten fríos bajo su abrigo. Se aprieta y junta sus manos a su piel para calentar la frialdad que rodea su ropa. Sopla sus manos, pero estas están calientes. Mira hacia delante y ve una preciosa escena de un lugar pintado al oleo bajo la lluvia. Respira profundamente y saborea el perfume de la lluvia. La tierra seca se filtra por su nariz y le cala hasta el pensamiento trasladándole a un lugar plácido y frondoso. Vuelve a abrir los ojos y el horizonte no deja marca. La gente corre bajo la lluvia, porque temen que se les mojen las ideas. El que dormía percibe miedo en sus corazones manipulados y pequeños. Se sienta en las escaleras y piensa:

''¡Qué fácil para unos y que difícil para otros! Tengo hambre, pero hoy no he ido a por dinero. La lluvia es caprichosa, pensé que hoy no iba a volver. Pensé que quizás se había aburrido de mantener a una tierra seca. Pensé que jamás te volvería a ver. Me molestas mucho cuando llegas sin avisar, cariño. Pienso que aquí no hay nada que tú y yo podamos hacer. ¿Por qué has vuelto? ''.

El rugido vuelve a asomar en el cielo. La lluvia no se inquieta, sigue su curso, su cometido. No sabe hacer otra cosa porque jamás fue dotada de ello. Jamás pudo elegir qué regar. El que dormía descansaba con simpatía en aquellas limpias escaleras. La suciedad de sus manos le avergonzó, apartó su cuerpo de ellas y dijo para sí:

''¡Ya sé por qué has vuelto! Echabas de menos mi conversación. Lo sé, cariño, eres con lo único que hablo. La gente al verme se asusta, a veces creo que se ven reflejados en mí. No sé si les doy lástima o repugnancia. Hace tiempo que eso me da igual, solo quedo y solo estoy. La monotonía dorada de esta ciudad me aburrió y me hizo esclavo de mis papeles. No conocí la perdición hasta que me dejé abandonar en lo material. No sé a quién hacer responsable. ¿A ti Dios? Eso digo yo, dónde estabas''. 

El cielo tembló y el viento le sacudió la chaqueta y volvió a tener frío. El que dormía se apretó los brazos y volvió a mirar. Había una calle vacía y silenciosa. Nadie pasaba por aquella acera mojada. Nadie, solo el que dormía. Miró al cielo y asintió. Se deshizo de sus harapos y quedó libre de toda norma, condición o perspectiva. Por unos instantes sintió poder y calor en sus manos. Aquella lluvia había venido por encargo exclusivo. Después de aquel deleite a media mañana, volvió a su actual rutina. Aquella que le había dado más milagros en vida que la monotonía dorada en la que había vivido. Descendió a los engranajes de un mundo que vivía sin horizonte y sumido en un cristal tan fino que estaba apunto de romperse. Volvió a retomar el coraje que había olvidado dejando que sus libres ojos dejaran ver una porción de su existencia. 

"¡Hola, señores y señoras! Hoy he estado toda la mañana en Casa de Campo, porque hace semanas que vivo en la calle. Tengo pulseras y collares para ganarme la voluntad. No solo les pido dinero, también comida. No tengo a nadie a quien recurrir. Tengo una enfermedad desde el ochenta y ocho. Es una enfermedad diabólica. A Jesucristo pongo por testigo que solo quiero el dinero para comer". 

Comentarios

  1. me sorprende la manera de hilar los acontecimientos y el uso de la imaginación en esta historia, algo de lo que yo no soy capaz. Aunque soy de las personas que les gusta el dinamismo en las narraciones, me parece una buena obra

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