Ha temblado el cielo. La línea del horizonte se ha desprendido, solo queda un horizonte sin línea, sin fronteras. La lluvia moja a todos los que andan bajo ella, a todos. Cada gota toca a cualquiera y une paraguas en la oscuridad del día. Las gotas se filtran y caen sin remedio en las botas de aquel que duerme. El que dormía despierta confuso y corre a cubrirse con sus sucias manos bajo un soportal, aunque para él era una guarida. El que dormía se despereza y mira con admiración el cielo. Vuelve a gritarle el cielo con intensidad un rugido que le hace temblar. Siente que sus huesos crujen y se sienten fríos bajo su abrigo. Se aprieta y junta sus manos a su piel para calentar la frialdad que rodea su ropa. Sopla sus manos, pero estas están calientes. Mira hacia delante y ve una preciosa escena de un lugar pintado al oleo bajo la lluvia. Respira profundamente y saborea el perfume de la lluvia. La tierra seca se filtra por su nariz y le cala hasta el pensamiento trasladándole a un l