Voy de Desigual (lalalalala), todo me da igual




El calor calentaba las aceras de la ciudad. Una piedra transmitía la antigüedad de la que fue capital de Italia; la majestuosidad de un Medici y la belleza del Renacimiento. Solo con una piedra ¡imagínate con el resto!
Así andaba yo por Florencia hasta que apareció el poder del capitalismo (o del marketing capitalista) tan desordenado él. Esta vez era una tienda de Desigual, la cual con su sola presencia atrajo a los miembros -adultos en su mayor parte- de mi familia hacia su ropa. Allí iban, como moscas contra un ventanal, a chocar contra el escaparate. Al parecer es mucho más atractivo que una escultura de Miguel Ángel (incluso si esta es de un hombre desnudo).

Y esta es, querida gente, la peor manera de aprovechar un viaje cultural. Claro está, luego hay otras maneras de desperdiciar una visita de tal exclusividad. Hay personas, esto ocurrió- aunque menos- también  en mi trayecto, que no se informan cuando van a visitar una ciudad histórica. Por lo menos algunos se informan una vez llegado al destino. Otros pasan como un suspiro.

Esta falta de interés en la Historia o, de manera más general, en la cultura es la que provoca, en un futuro, la toma de decisiones desacertadas en la vida. Asimismo este desinterés desemboca en una formación de prejuicios- o un enjuiciamiento equivocado y construido sobre la ignorancia- que genera problemas a la hora de afrontar diferentes temas en la vida.

A pesar de esto no puedo quejarme. Al rozar Florencia con la punta de los dedos (pues vi un par de edificios históricos) se me ha hecho la boca agua y ha provocado que desee volver otra vez. Allí me esperan: la Galería de Uffizi, el palacio Pitti, la plaza de la Señoría o la Basílica de la Santa Cruz.

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