Carta a un viejo amigo
Estimado amigo:
no sé si te habrás percatado del
extraño olor que a veces se percibe en los soportales contiguos a la cafetería
de la facultad de filosofía de mi universidad. Serías afortunado si no tuvieras
en tu memoria los olores de los que hablo, sobre todo si dicha potencia no te
representa los efectos concomitantes de las causas de aquellos. Seamos claros,
ya que prefiero suponer tu feliz ignorancia. Mucha gente hace uso de
lisérgicos. Habría pues que preguntar si lo que ocurre no es, más bien, que la
gente hace uso de ella misma. Pero, contingencias aparte, es un hecho que esto acaece
por estos lares.
En tu próxima visita no necesitarás
traer una mascarilla; aunque no por eso no habrás de resguardarte. Acaso preguntas
de qué. Anticipándome a tu pregunta, te daré una respuesta: debes proteger lo
que eres de lo que te aleja de ti mismo. Muchos vagabundean por el mundo sin
ser conscientes de lo que son, y en los peores casos, sin serlo de lo que
hacen. Por tanto, cuídate muy mucho de cubrirte tanto de lodo que sólo tras un
giganteo esfuerzo puedas diferenciarte del mismo.
Sospecho que esta humarada no sea
más que el zaguán de un mundo infectado de ausencia de sí. Ojalá pudiéramos
vivir en otro mundo; no obstante, visto desde otro lado, si no hubiera margen
de mejora nuestras acciones serían innecesarias… Esto probablemente nos
llevaría a una aporía, y lo sabes muy bien. No es la queja lo que busco, sino
la exposición de un estado de hechos que no podemos soslayar en virtud de una
actitud infantil; hemos dejado de ser niños, y no está bien que nos escondamos
debajo de las faldas de nuestra madre. Hay que arrostrarse, infatigablemente
contra esta defección que de forma desgraciada muchos adoptan como máxima de conducta.
No espero de ti, sino que te
mantengas firmes a tus convicciones, sean cuales sean. Pero que esa firmeza no degenere
en anquilosis. Pues bien sabes que los lindes que separan a un fanático de un
relativista se presentan de forma evidente en cada acción moral. Deja que tu
conciencia te guíe, y lucha para que lo haga; opón resistencia a los que te
quieran arrebatar la luz de la verdad, y sabe que esta lucha sólo se vence con coherencia
vital, siguiendo confiadamente los dictámenes de esa vocecita.
No te entretengo más, viejo
amigo. Espero que estos consejos te sirvan para colmar las aspiraciones de un
alma tan elevada y despierta como la tuya.
Atentamente, aquel que se
preocupa por ti.
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